SUEÑO PREMONITORIO
A Manolo le encargaron que tenía
que partir a un país cercano, para solucionar los problemas amorosos de su
amigo Fernando.
—¡Joder Fernando!, de verdad que yo
soy la mar de apañao para esto de los sueños y si yo lo he soñado, te aseguro
que eso es lo que tenemos que hacer, ya verás como da resultado.
—Pero, no fastidies Manolo – decía
Fernando – si hoy con el uso de la interné te puedes plantar en dos segundos en
el otro extremo del mundo, ¿cómo nos vamos a meter ahora en un viaje porque tú
has tenido un sueño?
—Vamos a ver Fernando; desde donde
vivimos lo más cerca que hay en plan de países es Portugal o Marruecos, porque
no creo que el ángel que se me ha aparecido, tenga tan mala idea de pensar en
países dentro de otro país, porque entonces si que la cagamos. Su pongamos que
va por derecho y eliminemos esa posibilidad, así que nos queda o los moros o
los del fado. ¿Tú que tal andas de idiomas?
—Hombre, yo de idiomas medio
entiendo el portugués fronterizo y estudié hace cuarenta años francés en la
escuela.
—O sea, como para andar por esos
mundos de Dios. Anda macho y matricúlate en un curso de inglés por
correspondencia, aunque sea para poder defendernos al menos en un idioma
fiable.
—Manolo, ¿y no será mejor lo de
interné?
—¡Que no pesao! Hazme caso que de
esta te llevo a la vicaría, por la madre que me parió.
—Está bien.
Y así fue como Fernando se
matriculó en un curso de inglés rápido, en una academia de altar alcurnia
dejándose las cejas y los cuartos en el empeño. Allí conoció a Paula que era ya
veterana en esto de los idiomas.
—Fernando ¿tú has probado a colocarte
los auriculares al revés? Es que me parece muy extraño que te enteres a medias
de la clase, cuando yo a los tres días le tenía pillado a esto la gracia y no
soy yo precisamente muy espabilada con los estudios – decía la muchacha al
incrédulo Fernando.
—Déjate de cachondeo que me estoy
dejando aquí un riñón y no consigo pasar de la lección séptima por más empeño
que le pongo. Además, si tan fácil te resultó ¿cómo es que llevas ya tres meses
en un Curso que es fácil, rápido y cómodo? – contestaba Fernando en un tono de
complicidad.
—Hombre, porque he pasado al
segundo nivel. Es que la otra vez que estuve en London, me di cuenta que me
hacía falta más formación y este verano quiero ir por allí como si estuviera en
mi casa. Por cierto ¿porqué no te animas y nos pegamos unas buenas vacaciones?
—No está mal la idea, pero ando
flojillo de pasta y creo que la
Academia me va a ayudar a desfondarme del todo. El curro no
da mucho de sí y además como practico también el yoga, gimnasia de
mantenimiento y el baile de salón, te pones a sumar y al final de mes, una
pasta, no creas. De todas formas lo que sí podríamos hacer es pegarnos un fin
de semana por algún sitio más cerquita, a mí me gusta mucho el mar y si te
parece...
—¡De acuerdo! A mí me vendría bien a principio de mes que es
cuando menos trabajo tengo, pero de todas formas piénsate lo de las vacaciones
inglesas, aún queda tiempo y puede ser que para entonces haya mejorado tu
economía ¿vale?
—Lo intentaré Paula.
Para Manolo el asunto de Paula no
era más que el sueño de una noche de verano, un capricho, eso no tenía futuro y
Fernando iba a continuar siendo un solitario por mucho viaje y mucho inglés que
practicase con la muchacha. Había que ir a Portugal o Marruecos, allí estaba la
solución a los problemas de su amigo.
—Fernando, creo yo que con el
inglés que sabes ya es suficiente para no ir muy despistado por ahí, además sea
Portugal o sea Marruecos en ninguno de los dos sitios es la lengua oficial, así
que había que ir decidiéndose ya por uno de los dos para poner la mente en la
cultura y el idioma de ese sitio y no complicarnos la vida demasiado – decía
Manolo -.
—Tú si que me estás complicando a
mí la vida. Déjate de zarandajas que Paula estoy más que convencido que más
tarde o más temprano va a caer en mis brazos. Se le ve en la cara ¿o es que no
te das cuenta? – respondía Fernando.
—Quiyo, tu puedes hacer lo que
quieras. Si a ti te gusta sigue con ella, yo lo único que quiero hacer es
ayudarte y a mí eso de los sueños premonitorios me ha dado siempre muy buena
espina, sino ya ves ahí tienes a mi mujer, y eso fue de un sueño que tuve.
—¡Tu mujer es una santa Manolo! Lo
que yo no sé es como tiene paciencia para aguantarte, que era más cansino que
una mosca cojonera; vamos a dejar pasar un tiempo a ver si Paula termina por
decidirse.
Pero a Paula no le dio tiempo a
decidirse, al poco tiempo Manolo volvía a la carga con Fernando. En esta
ocasión logró convencerlo para que se sacase el carné de conducir, a ver como
se iban a desplazar por Portugal o Marruecos conduciendo él todo el rato, como
si fuese el chofer del señorito, encima de
que le iba a resolver de una vez por todas sus carencias sentimentales.
La autoescuela unida a la tríada de ocupaciones vespertinas le hacía no
disponer del tiempo suficiente para ocuparse del amor de la muchacha. El fin de
semana en la playa no acababa de llegar nunca. Y así poco a poco de una manera
que no era ni buena ni mala, Fernando se olvidó de Paula como si nada hubiese
ocurrido entre ellos. Además en la autoescuela intimó con una rubia que estaba
como para comérsela despacito – según decían todos los alumnos y parte del
profesorado -.
—Silvia ¿cuándo te presentas a la
práctica? - le dijo acurrucado a ella -.
—Hombre, a mí me gustaría el
quince, pero el profe parece que no lo tiene muy claro con los semáforos, y me
echa unas bullas tremendas, porque dice que confundo los colores o yo que sé –
contestaba ella derretidita de calores -.
—Pues yo creo que de ésta me llevo
el teórico por delante y para el mes que viene estoy ya con el coche, aunque a
eso no le tengo mucho miedo porque yo en realidad sé conducir, lo que me
faltaban son los papales para legalizar el asunto.
—¡Ya! Yo en cambio veo el volante y
me entran temblores. Luego, ya me sereno pero es que ese profesor tiene menos
paciencia que todas las cosas. Pero bueno, no me importa el tiempo; al fin y al
cabo mi paso por la autoescuela ha tenido su lado positivo; esto me ha servido
para encontrarte.
—No me digas esas cosas que se me
suben los colores, rubita mía, yo lo que quiero es tener pronto el carné para
que podamos irnos por ahí a donde nos apetezca y cuando tengamos ganas; que les
den morcilla al tren y al autobús y el avión si hiciera falta. Tú, yo y un
pedazo de coche a la altura de ese cuerpo, que nada más de pensarlo, me pongo
que no me aguanto.
—Bueno, vale, no te lances que hay
niños delante.
Aquello era el paraíso. Ni Paula
había pasado por su vida, ni tenía un amigo que se llamaba Manolo, ni había
necesidad alguna de hacer viajes para solteros. A Fernando todo se le puso de
cara y estaba viviendo unos días que no había quien lo conociera. En Silvia
había encontrado, al fin, la solución a su peregrinaje, ya no necesitaba calmar
su sed, vivía nada más que pensando en ella, que además le daba todo cuanto
quería. Se les veía por la calle y era difícil saber quien era el uno y quien
el otro, parecía un único ser verdadero que se desplazaba sobre cuatro piernas.
Pero Fernando nunca se había puesto a calcular hasta donde llegaba la tenacidad
de su amigo, ignoraba como es una persona cuando tiene una idea fija en la
cabeza y piensa además que es la salvación de tu alma y el bienestar para tu
cuerpo. Si de Paula nunca más se supo con el trasiego del inglés a la
autoescuela empezó a darle tanta tabarra a Fernando, y a cuestionar tanto a
Silvia que al final el asunto del viaje al país cercano salió adelante y la
rubia se quedó en la autoescuela pegada al volante.
—Que conste que lo haga en razón de
mi amistad y por probar el coche, además unos días de descanso en el extranjero
nunca vienen mal. – Trataba de justificarse Fernando -.
—¡Venga ya! Tú verás como a la
vuelta vienes hecho otro hombre, las portuguesas con muy apasionadas y yo lo he
visto claro en el sueño: será en un bar de copas y a la luz de las velas.
Así fue, en un bar de copas y a la
luz de las velas y en el extranjero – un país cercano -, todo tal y como Manolo
siempre le había dicho a Fernando. Todo rodeado de un halo sentimental que se podía
mascar. Y todo después de mucho darle vueltas y de mucho madurarlo durante
mucho tiempo. En realidad siempre se habían querido y siempre se habían deseado
el uno al otro, pero la vida para personas como ellos nunca fue fácil y nadie
se lo puso tan en bandeja como ahora lo tenían, por eso volvieron del viaje con
la cabeza muy alta y una sonrisa en sus rostros que enterraba definitivamente
penosos años de silencio.